En Senegal viven de la economía de subsistencia, de aquello que ganan al día. El estado de alarma interfiere en el día a día.
Apenas existen los trabajos con sueldo, y no hay seguridad social. Solo los funcionarios disfrutan de algún pequeño privilegio, y son una fuerte minoría. Y aún ellos están teniendo problemas para recuperar el salario de los bancos, ya que hay muy pocos y los desplazamientos están prohibidos. Así que viven del día a día, de pequeños negocios, del campo, del ganado o del comercio. El estado de emergencia ha dejado a diversos colectivos en situación precaria.
Por ejemplo: Todos los trabajadores del transporte público llevan 5 semanas sin trabajar, y por lo tanto, sin ingreso alguno.
Los maestros de escuelas privadas también se han quedado sin salario. Los profesionales de la sanidad que no son funcionarios, igual.
En el Senegal no existen ERTES, ni paro, ni ayudas familiares, ni bienestar social, comedores de beneficencia, banco de alimentos,… Y el teletrabajo no es una solución posible. Así que es realmente difícil luchar por el sustento de familias tan numerosas, especialmente en época de ramadán, en la que están físicamente débiles.
Un confinamiento como el nuestro no es viable en una estructura económica como la del Senegal, y la distancia social no puede mantenerse ni en las casas ni fuera de ellas.
Para frenar el impacto del estado de alarma, el gobierno, y asociaciones y agrupaciones civiles están abasteciendo de alimentos a las familias.
Si de manera natural son una sociedad en la que el colectivo prevalece sobre el individuo, en el que la solidaridad es la norma de vida y de supervivencia, esta situación pone aún más de manifiesto los lazos que les unen y los valores que los mueven.